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Máncora, muerte anunciada

Regresando con mi hija de Máncora en bus, me imaginaba la situación así. Un grupo de personas en torno a una mesa lanzando ideas de lo que se puede hacer para que un lugar se convierta en un desastre. Se sienten iluminados. Se mueven bajo el principio de ‘no me gusta la playa, ni la pequeña albufera, ni que la gente camine tranquila por la calle, ni que la arena esté limpia’.
La envergadura del trabajo de demolición es tal que necesitan ayuda. Acuden al MINCETUR y al Plan Copesco. Y la reciben. No es suficiente con que Máncora tenga un mar cálido, rico y con una de las mejores olas del norte, que esté rodeada de bosque seco ecuatorial, un ecosistema único en el mundo, que se vean ballenas y tortugas, que se coma rico, que puedas hacer kite surf o 4x4 en los bosques de algarrobo, que haya áreas de protección y que la gente sea amable. No, hay que hacer más, hay que diseñar algo para que eso, que está para todos los peruanos, se convierta, como viene ocurriendo, en un lugar triste.
Estos representantes públicos, elegidos por la gente, lo tienen tan claro que no escuchan, por ejemplo, a PROVÍAS cuando ordena paralizar algunos de los trabajos, o a los vecinos y residentes que dicen que no quieren, que más bien hay que cuidar, agrandar y disfrutar de todo lo que hay. Están tan seguros de lo bien que lo hacen, que nadie sabe ni tiene por qué saber cuánto cuesta y el por qué de todas esas ideas. Además, todo se realiza en temporada alta, cuando más gente y visitantes del mundo hay, para que no haya dudas, para que puedan apreciar tanta creación. Y también tienen aliados, algunos hoteles y restaurantes que se ubican a su antojo, como fortaleciendo y agrandando el espectáculo que hoy ofrece gran parte de Máncora.
Todos estos iluminados y las instituciones y amigos que les apoyan hacen cosas como éstas. Juzguen ustedes.
Malecón construido con apoyo del MINCETUR y el Plan Copesco.

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Situación: destruido, con cintas de 'peligro', con bloques de cemento y barras oxidadas en la playa, muy cerca al point.
Los amigos (hoteles y restaurantes) que sienten que todo les pertenece

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Situación: el mar se va tragando todo (para peligro de los que se aventuren a caminar por ahí) y ejecuta su venganza
La carretera principal y la excelente idea de adornarla, estrechándola todavía más y ocultando todos los negocios, con arcos de cemento de colores (en proceso). 2,5 millones de soles que el alcalde, del APRA, destina para el ornato, seguridad y confort de uno de los principales destinos de playa del Perú. Excelente

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Situación: los mancoreños no quieren, pero qué más da. ¿Alguien quiere?
La albufera maldita que no merece vivir. Las albuferas son zonas de vida cercanas al mar cuyas aguas son salobres, ricas en juncos y aves de colores. Suelen ser lugares de descanso para muchas especies que hacen migraciones de miles de kilómetros entre el norte y el sur. La de Máncora era pequeña y se encuentra en el centro del pueblo, junto al mercado artesanal. Pero había un problema. Su presencia molestaba el malecón de madera que se ha construido y que rodea casas desechas que ocupan las márgenes de la albufera. Por tanto, se seca.

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Situación: ya no van llegan aves, se ha secado la laguna, nadie pasea por ese malecón triste.
Me pregunto qué pensarán las aves que vuelan encima de todo esto, los marcianos si un día llegan a visitarnos, los arequipeños, brasileños, limeños, piuranos, franceses, vascos o ecuatorianos que van o quieren ir a Máncora, a disfrutar de su sol y de su mar, las ballenas que pasan por sus rutas milenarias por el océano, el señor alcalde y sus amigos cuando se va a dormir.

Fuente/Source: Zona de embarque.