El mito de la tecnocracia caviar II
por: Martín Santiváñez (@viejoreino)
Hace muy bien Salvador Heresi en recordarle a César San Martín que él no es un experto en gestión pública y que no sabe administrar un centro de menores. En realidad, el señor San Martín ha demostrado que no sabe administrar nada, salvo su carrera política, basada en el antifujimorismo. El señor San Martín es una especie de Baltazar Garzón criollo ensamblado por los caviares con el material disponible (es lo que hay). Su gran logro: mantener el statu quo en el Poder Judicial. Lo que antes era malo, ahora es pésimo, y aquello que fue bueno se ha sumergido unos centímetros más en el lodo de la politización. Pudo dejarnos, por lo menos, un gesto de jurista imparcial, tendiéndole la mano a Heresi para buscar una solución consensuada. Pero prefirió comportarse como el "Gringasho" de la judicatura, pechando en plan "Maranguita". Es comprensible. Seguramente al señor San Martín no le alcanzó el tiempo para pedir asesoría a sus amigos los profesores españoles que lo ayudan a redactar las sentencias. Si Heresi no lo dejaba en evidencia, seguro y hasta le enviaban por DHL algunos libros y artículos con doctrina cuestionable sobre la gestión de los centros para menores. Pobre San Martín.
En el fondo, esto que ha pasado con el Baltazar Garzón criollo es un ejemplo más de la ineficacia de la tecnocracia caviar. Hace unos meses escribí sobre este mito construido por la argolla intelectualoide que domina nuestra academia. Se trata de un producto marketeado de esta manera: "La nueva generación izquierdista, la de los infantes, formada por gerentes y técnicos, es capaz de gobernar el país". Esto es lo que le vendieron a Humala, convenciendo a NALLANTA de que ellos gestionarían de manera eficiente la gran transformación. Pero en seis meses su incapacidad manifiesta provocó que fueran expectorados del gobierno y reemplazados por Pantaleones de intendencia y liberales castillistas. O sea, fracasaron en toda regla.
Y fallaron porque es evidente que están construidos para la oposición. Sus ideas, sus actos, todo en ellos es de oposición. Cuando llegan al gobierno, conspiran contra él. Son la quinta columna de cualquier poder constituido. Y los progresistas de la nueva hornada, lamentablemente, son iguales que sus maestros. El villaranismo es la prueba concreta. Son doctores en patafísica, maestros de la consultoría y peritos en el arte de la autojustificación (el río Rímac es reaccionario, fascista, bruto y achorado). Los "tecnócratas" caviares han demostrado que el profundo sesgo ideológico que los caracteriza distorsiona su capacidad de análisis. No hay técnicos ni gerentes entre ellos. Solo blogueros, demagogos y bachilleres. Su esencia parasitaria -o maman del Estado o medran de la limosna internacional- les impide asumir los riesgos del gobierno. La bondad material de un Estado se mide por su eficacia. Y en el plano real, los tecnócratas caviares, los tecnócratas del ladyvaguismo y del humalismo, no tienen nada, nada que ofrecer. Trivelli era, para mí, la última esperanza. Pero a estas alturas es obvio que su asistencialismo es francamente ineficaz.
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