El gran ausente
Este 10 de enero, Hugo Chávez no podrá jurar el cargo de Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Pese a ello, el frente policlasista que lidera se mantiene firme en el poder y ha logrado una clara victoria política al dilatar sine die, ante la impotencia de la oposición, el juramento presidencial. En momentos como este, las demostraciones de fuerza y unidad valen oro. Se equivoca un sector del antichavismo al centrar todas sus energías en el ámbito estrictamente procedimental. La Constitución —no nos engañemos— es una herramienta del chavismo, y ha sido utilizada para legitimar todos sus objetivos políticos. Tratándose de un Estado en el que la seguridad jurídica es, según la vieja consigna leninista, un mero "fetichismo burgués", poco se puede avanzar en el sendero de la legalidad cuando los órganos de control se encuentran capturados por cuadros leales al partido de gobierno. La revolución ha fusionado la potestas y la auctoritas en un solo ente: el Estado chavista, un Leviathan jacobino.
¿Sobrevivirá este ogro filantrópico a la ausencia indefinida de su hacedor? Todo indica que los cuadros del chavismo son conscientes del mismo imperativo que ha moldeado a su Némesis: o viven unidos o perecen separados. De allí que, a pesar de las conspiraciones soterradas, la alianza entre Cabello, Maduro y el resto de barones del chavismo se imponga en función a la supervivencia. Ya habrá tiempo de medir fuerzas reales. Por ahora, uno escribe y el otro lee. Este Jano chavista que interpreta el papel de guardián de la ortodoxia cuenta con un importante respaldo popular, un Partido en forma, aliados internacionales (de allí el besamanos de toda la izquierda "socialdemócrata" que alista otra peregrinación a La Habana) y la histórica simpatía que despiertan en Latinoamérica los tiranos moribundos. Subestimar el poder estructural del chavismo es suicida y vincular el destino de Venezuela a la suerte de un solo hombre, una imperdonable ingenuidad.
Hugo Chávez puede desaparecer físicamente pero su herencia política continuará moldeando el escenario sudamericano de los próximos años. Los chavistas tienen un partido, una red clientelar (nacional y panamericana) y una ideología, prosaica si se quiere, pero ideología al fin y al cabo. El socialismo del siglo XXI no se agota con él. Catorce años han transformado a la izquierda latina para bien y para mal. Algunos se han radicalizado sin remedio. Otros, a pesar de mantener la simbología "romántica" del guevarismo, caminan hacia el pacto con el mercado sin renunciar al asistencialismo del Estado de Bienestar. Todos, de muchas formas, han sido influenciados por ese gran ausente que se aferra a la vida en una isla llamada a convertirse en el panteón jurásico del comunismo tropical
.