Envidia
por: Martín Santiváñez (@viejoreino)
Para sus seguidores honestos, tiene que ser decepcionante la actuación política de la alcaldesa Villarán. Se supone que llegó al poder para "construir ciudadanía". A nuestra izquierda le encanta la dimensión pedagógica. Le gusta enseñar, aunque base su doctrina en una serie de postulados ideológicos que, puestos en práctica, colisionan con la realidad. Pese a ello, nuestros progresistas se sienten seguros de poseer la superioridad moral sobre el resto del espectro político. Y, al ser superiores, se presentan, naturalmente, como los "maestros", los que tienen que capacitar a los demás. Hay un razonamiento detrás de este pontificado laico: "Somos superiores, por tanto, debemos de enseñar". Ellos, en teoría, "saben". Así, se sienten legitimados para civilizar al resto de la sociedad.
Pues bien, lo que ha demostrado la gestión de Susana Villarán es que la superioridad moral de la izquierda peruana es un mito sin fundamento. Y que el know how de la progresía aún está verde para gobernar. En primer término, porque la propia elección de Villarán está viciada por el uso estratégico de los "potoaudios". El villaranismo se ha beneficiado una y otra vez del "chuponeo". Su performance no se comprende sin estos audios ilegales. De la misma forma en que el fujimorismo se construyó sobre los videos de Montesinos, Susana Villarán le debe la alcaldía a los audios de un "chuponeador". Y, probablemente, en esta campaña de revocatoria, el ángel de la guarda del villaranismo, el gran "chuponeador", intervenga de nuevo. Esa es la auténtica honestidad de la reserva moral del país.
En segundo lugar, el desgobierno de Lima es histórico. Ahora sabemos lo que la imaginación es capaz de hacer cuando llega al poder. La alcaldesa incluso puede sobrevivir a la revocatoria, pero es difícil que su gestión mejore hasta el punto de ser recordada como superior a la de Barrantes. Izquierda Unida, ese cadáver tan idealizado, podrá seguir reclamando para sí la época dorada de nuestra progresía, su Camelot particular. Sin embargo, a pesar de estar apañada por el club de los "chuponeadores", a pesar de su propia ineficacia, creo que la alcaldesa piensa de verdad que es víctima de una conspiración. Solo así se explica la frivolidad de sus apariciones públicas, la falta de estrategia (a ver si el brasileño sirve para algo) y la insoportable candidez de su círculo íntimo. Solo así se entiende que se resista a la disciplina de la autocrítica y que al mismo tiempo se mimetice con todo aquello que juró combatir: las mafias de los "chuponeadores", los intereses del gran capital y, por último, el estilo morboso de los políticos tradicionales. Si el fujimorismo tuvo el "baile del chino" y el alanismo el torbellino del "teteo", el clan de la chalina nos ha legado una interpretación magnífica del culisueltismo. Envidia le dicen. Pobre de ti.
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