Política Salomónica
por: Martín Santiváñez (@viejoreino)
Nuestro querido Canciller-mastín tiene razón al sostener que el Perú no quiere un fallo salomónico de los jueces de La Haya. El Perú no acude a la Corte en busca de equidad. El Perú asiste en función a la justicia. Y la justicia (Ulpiano dixit) es dar a cada quien lo que le corresponde. El problema es que la Corte, al parecer, suele fallar de manera salomónica. Siendo así, ¿por qué decidimos someternos a un fuero de precedentes manifiestos? Si no quieres a Salomón, no acudas a Salomón. Si no buscas un tribunal salomónico, ¡no te presentes ante un tribunal salomónico! Ahora, ante la prepotencia chilena, todos tenemos que rodear y fortalecer al guardián socrático, un estadista de fuste que ha elegido para coordinar nuestra defensa al Metternich de los Andes: el inefable Roncagliolo. Resulta que el Canciller-mastín eleva la vocecita negando la premisa fundacional de La Haya: que cada parte reciba "alguito". ¡Pero si él mismo es "alguito" y toda su carrera política es el producto de "darle alguito" a los amigos de Humala, los dinosaurios velasquistas de siempre! ¡Qué tipo tan gracioso el Canciller-mastín! Cuando este asunto sea liquidado, haría bien la presidenta Nadine en buscarse un nuevo becario con las dotes suficientes para colocar en nuestras embajadas a sus modistas y amigas de promoción.
Mientras tanto, la prepotencia chilena tiene que ser rechazada inmediatamente y con mano firme, denunciando la burda maniobra de presión de los expresidentes del sur, dignos sucesores de la ambiciosa doctrina Portales, una pulsión tan cainita como nefasta. Antes del fallo, ya amenazan con patear el tablero. Chile siempre ha demostrado una conciencia de poder superior a su respeto por el Derecho y nada hace presumir que esta vez el gobierno de Piñera, necesitado de respaldo popular, se inclinará dócilmente y actuará de forma distinta. Se vienen momentos difíciles para el Perú, en los que hará falta unidad, más unidad y siempre unidad. La Haya nunca fue la mejor salida para el problema limítrofe, pero después de haber acudido, es preciso agotar la instancia jurídica sin caer en la ingenuidad de creer que todos comparten nuestro tradicional respeto por los tribunales internacionales.
En cierta forma, el humalismo ha pervertido la política de la unidad al distorsionar el concepto de justicia salomónica. En efecto, en vez de repartir el poder sabiamente, rodeándose de gente capaz, el humalismo se ha inclinado por descuartizar al Estado entregando sectores estratégicos a sus aliados más abyectos. El resultado: la Cancillería es liderada por un profano en la materia. Y la inclusión social mantiene de coronela a una anfitriona de la señora Bachelet, esa valkiria que cuando quiso amenazarnos sacó a pasear los tanques en Atacama. Así acudimos a La Haya, soñando como palomas, mientras del otro lado los halcones de siempre, los herederos de Portales, nos muestran, sonriendo, la vieja y taimada quijada de Caín. Correo