La amnesia interesada de la izquierda
por: Luis García Miró Elguera
El Perú de los setenta y ochenta fue muy desgraciado. En apenas dos décadas su gente sufrió un empobrecimiento generalizado, aparte de soportar el espanto de verse convertida en una nación mediocre, rencorosa y llena de complejos sociales. Encima fuimos tan tontos que por el prurito progresista de europeizarnos –políticamente hablando, entregarnos a la gauche taimada, inepta y cleptómana– retrocedimos medio siglo en términos socioeconómicos y políticos. A la par, el régimen de Velasco Alvarado, manejado en todo sentido por la izquierda criolla, intentó pechar a Chile, embarcándonos en una necia y multibillonaria compra de armamento obsoleto ruso. No obstante, jamás se le ha enrostrado esa traición a los politicastros que manipularon a los militares. Gente “políticamente correcta” que aplaudió complaciente toda la obra destructiva de la dictadura militar velasquista, y hoy, cual hiena herida, vocifera contra los gobiernos de centro –que por suerte administran el Perú desde 1990– culpándolos de nuestros atávicos males sociales. Pero esa gente esconde que entre 1968 y 1980 esta nación sufrió la peor catástrofe socioeconómica de su historia. Por eso repugna que hoy muchas de esas personas sigan circulando por el mundo político, esta vez trajeadas de “constitucionalistas”, “demócratas”, “defensores de los ddhh”, “adalides de la libertad de expresión”, etc.
Visto en perspectiva, el Perú velasquista se asemeja al que las escrituras describen como el infierno. Una sentina hedionda lastrada de pobreza, medianía, demagogia, confiscaciones, escaseces, atropellos a los derechos del hombre, quiebra de las libertades –empezando por la de expresión y la de asociarse a partidos políticos–. Sin embargo ese infierno era exhibido como el paraíso por nuestra zurda, creyendo que era fácil vender sus mentiras tal como consiguiera hacerlo con nuestro pueblo. El vecino del sur, por ejemplo, no se lo creyó. Y aprovechó el estúpido experimento socialista del Perú para multiplicar su desarrollo socioeconómico y tecnológico, e iniciar un agresivo programa de armamentismo, ese sí, basado en equipos y pertrechos de primerísima generación. A todo esto, los chilenos se burlaban al contemplarnos caminar al revés. Nos sacaron enormes ventajas en todo. Y ese mero hecho –aquella asimetría que llevó al Perú al hoyo y a Chile a lo que es hoy, una nación civilizada al borde de ingresar a la categoría de avanzado–, ese estigma, repetimos, merecería que la historia sancione a los socialistas, únicos responsables de nuestra vergonzante involución. Sin embargo, como la mayoría de historiadores contemporáneos son zurdos por excelencia, lamentablemente aquello no ocurrirá.
Lo peor que pueda acontecerle a cualquier sociedad es repetir sus yerros. Y la amnesia mediática es el mejor aliado para hacerla pisar el palito más de una vez. Por eso la izquierda pretende echarle tierra a la dictadura velasquista, así como al sanguinario terrorismo genocida de sendero y el mrta. Y esa es la razón por la que este periódico se obstina tanto en refrescar la frágil memoria de los peruanos.
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