La primavera política peruana - por Francisco Diez-Canseco Távara

Fuente: La primavera política peruana - Larazon.pe

La primavera política peruana


Francisco Diez-Canseco Távara



por Francisco Diez-Canseco Távara

Sí, se pueden organizar la indignación y la protesta para que no caigan en manos precisamente de aquellos que las han generado y para que tengamos una auténtica primavera política en el Perú, con nuestras propias características y objetivos.

Porque eso es lo que inevitablemente van a tratar de hacer luego del mea culpa y de las medidas correctivas y cosméticas correspondientes: absorber la indignación y digerirla para que al final no pase nada. O, como estamos viendo en las marchas y manifestaciones, jalar agua para sus molinos políticos, en lo cual la izquierda marxista es experta.

En esta oportunidad, el hilo conductor no han sido ni los partidos, ni los sindicatos, ni los lobbies: el hilo conductor son las redes sociales donde independientes, fundamentalmente jóvenes, han expresado su indignación y han concurrido a las calles para protestar.

Tal y como ocurrió en Turquía, donde la chispa que encendió la pradera fue un plantón para reclamar contra un proyecto de construcción que se iba a realizar sobre un parque, en Brasil todo comenzó con el rechazo de un aumento de 20 centavos a los pasajes urbanos y derivó en una condena generalizada de la corrupción poniendo en evidencia, como en el Perú, el descontento generalizado con un sistema que es utilizado por los políticos al servicio de sus intereses antes que en función de las necesidades del país.

Pero tenemos que actuar para que la primavera peruana no concluya como el llamadomovimiento “Occupy” que colmó las ciudades occidentales durante el 2011 pero que no tenía raíces suficientemente profundas y finalmente desapareció.

En nuestro país la situación es diferente. La corrupción política, descarnada y visible, campea en un escenario de impunidad y manipulación mediática, enmarcado por la ineficiencia de sucesivos gobiernos para pagar la deuda social y efectivamente transformar nuestras estructuras con el objeto de acabar con la pobreza, la marginación y la injusticia.

Hay hondas razones para la indignación habida cuenta del vigoroso crecimiento de nuestra economía en la que, infortunadamente, la distribución de la riqueza no tiene ni remotamente el mismo ritmo pero sí está consolidando una importante clase media con recursos y capacidad de protesta.

Y como en Turquía, Brasil, la India o Bulgaria la repartija ha sido sólo la punta del iceberg de un proceso en el que los servicios sociales del Estado mantienen la corrupción y las tremendas deficiencias que siempre los han caracterizado, pese a los cambios de nombre y la publicidad gubernamental.

Necesitamos preservar la pureza de la protesta y canalizarla por vías efectivas y perdurables para que realmente se produzca un gran cambio en el Perú. De otra forma, la captura de la indignación –que es hoy parte del sentir colectivo- puede caer en manos de la izquierda marxista con sus tesis estatistas obsoletas, probada definición en contra de las libertades públicas y manifiesta incapacidad para manejar la economía.

No es tarea fácil pero tampoco imposible en la medida en que este despertar espontáneo de la ciudadanía refleja una inesperada madurez que abre un horizonte extraordinario para todos los peruanos. En buena hora.