Favre y el platonismo humalista
por Martín Santiváñez / @viejoreino
Uno
La muerte de Julio Favre, empresario y columnista de Correo, es un duro golpe para todos los que creemos que la libertad solidaria es una columna fundamental en la construcción del desarrollo. Favre fue un valiente que defendió sus ideas en un terreno en el que casi todo es tibieza, ideología o conspiración. Ser coherente en el país de la incoherencia es un signo de carácter y patriotismo. Hasta hace unos años, construir un negocio, dar empleo y defender la iniciativa privada eran motivos suficientes para ser ejecutado por un tribunal popular. Los terroristas que hoy se reorganizan bajo la máscara hipócrita del Movadef y los tontos útiles que juegan a la revolución desde sus smartphones jamás aceptarán a hombres como Favre, condenados como están a la inferioridad moral de los que piensan, aun después del Muro y el Gulag, que la violencia es la partera de la historia. Descansa en paz, amigo. Tu valentía siempre se impuso a la pequeñez de tus enemigos, que son los del Perú.
Dos
Cuando el presidente Humala sostuvo la teoría de los guardianes socráticos confirmó la entraña platónica de su régimen. Y como todo platonismo de uso popular, el humalismo intenta adecuar la realidad a un pensamiento abstracto, a un modelo. En el caso de Humala, la idea, el dogma que moviliza su acción política es el viejo mito estatal. El Estado, para todo nacionalista, es el agente esencial de la nación. Humala cree sinceramente, con la ingenuidad del profano, que el Estado es la solución a los problemas de la sociedad peruana. Aunque la simplificación causal es una de las taras que ha exportado la economía a la política, es innegable que el Estado ejerce un papel en el desarrollo. Pero el Estado no es el único elemento y, muchas veces, valgan verdades, tampoco es el factor esencial. De allí que el platonismo de Humala incurra en dos errores de gestión. El primero radica en algo que todo gerente sabe: no se debe utilizar un instrumento inadecuado para solucionar los problemas más graves. Si el Estado peruano aspira a luchar contra la pobreza, primero tiene que mejorar sus procesos internos, equilibrando la reforma y el control. Para eso urge educar una nueva generación de servidores públicos. De lo contrario, el instrumento permanecerá ineficaz y generará más problemas de los que pretende resolver. En segundo lugar, la acción estatal debe focalizarse en cerrar la brecha de infraestructura y en consolidar proyectos que no generen dependencia. El platonismo humalista está derrochando el dinero heredado, subvencionando a millones de compatriotas con el fin de construir el "paraíso" de la inclusión, a imagen y semejanza del modelo que hoy se derrumba en Brasil. Si Humala abraza el realismo político debe revisar el modelo y acomodarlo a lo que tiene entre manos, a la realidad del Estado peruano. Es preferible invertir en becas y educación que regalar coliformes y arena. Después de todo, reconocer las limitaciones es el inicio del buen gobierno.
Tres
Los hombres del modelo abstracto, los platónicos que dibujan en la mente del Presidente un mundo ideal, tendrían que ser expectorados del poder. Son doblemente dañinos: sueñan una utopía y la sueñan sin convicción.