"Pluma contra pluma" - Por Beto Ortíz [@malditaternura] - Perú21

Pluma contra pluma

Por Beto Ortíz   -- @malditaternura   Perú21

El exclusivo Chifa Internacional se ha demorado unos minutos en entregar el apetitoso pedido a domicilio que ha hecho nuestra gordis más chanquis, Rose Marie, otrora brigadier general del colegio, otrora conciencia moral de la nación. Es el día de la madre y la lideresa de opinión está muy mortificada pues ha invitado a su venerable progenitora a almorzar y la moto del chijaukay no tiene cuándo llegar. Es entonces que Rosa recuerda que ella no es una ciudadana más y decide hacer sentir sus influencias en la opinión pública, ustedes saben, todo su peso editorial. Va hacia la computadora y escribe en su Twitter que el chifa no llega, que su mamá ya tiene hambre y qué barbaridad, que alguien haga algo pronto. Por supuesto, no faltan los chupamedias que se toman la molestia de llamar o de ir a reclamar el pedido de la celebrity abismada por tan chiferas tribulaciones. “¿Para eso le servirá su poder?” –me pregunto, leyendo sus públicos lamentos–, “¿para que no se le enfríe el chancho con tamarindo, el kam-lú wantán?” Y hete aquí que no puedo resistir la tentación de reírme de tamaño despliegue de folklore periodístico y, en ánimo 100% chonguerito, la parodio twitteando: “¡Auxilio! ¡Mis alitas de Kentucky no me vinieron extra-crispy! ¡Alguien haga algo!”. Huy, no. Sacrilegio. Herejía. Blasfemia. Con esos airecillos sabihondos y sentenciosos que le conocemos de sobra, nuestra pomposa gordis apela a su recurso más manido y efectista, (¿qué cosa? ¿a una mujer?, ¡¡¿¿a una MADRE??!!) y se victimiza hasta el martirologio: “No esperaba menos de ti. Burlándote de mi madre justo hoy. Finísimo”. ¿Burlándome de tu madre? ¡Me estaba burlando de ti nomás, por los clavos de Cristo! De ti y de tus devaneos de jueza suprema y no de tu señora mamacita, sería incapaz. Qué falta de Cayetano y de correa. En fin. Hay, en la prensa –Miyashiro dixit–, vacas sagradas de las que no te puedes reír así nomás sin pagar con sangre tu osadía. Vacas sagradas que se sienten con derecho a despotricar contra todo y contra todos, de decirnos cómo debería ser el mundo y de hacer rodar cabezas a sus magnos pies. Pero, cuando alguien se atreve siquiera a mencionarlas por casualidad, allí sí que te la hacen supertrágica. Olvídense: ¡Inaceptable atentado a la libertad de prensa! ¡La democracia en riesgo! ¡Más respeto que soy tu madre! En fin. Como veremos más adelante, nuestra resabiosa gordis me pasaría pronto la factura. Por ahora, el rico ejemplito nos pinta de cuerpo entero.

“No hay gremio más miserable que el de los escritores” –me dijo, el otro día, Osvaldo Cattone, que es, a la vez, teatrista y escritor. Cómo se nota que nunca ha sido periodista. Por regla general y salvo raras excepciones, los periodistas perdemos la mayor cantidad de nuestro tiempo ejerciendo el divertido pero inútil periodismo para periodistas. Nos maleteamos, nos metemos cabe, nos odiamos siempre. Veamos: A Aldo Mariátegui –que, en persona, es el tipo más divertido y encantador que hay– los coleguitas lo odian a priori. Él, sin embargo, no pierde oportunidad de lanzarle cuchillos, desde su columna, a Álvarez Rodrich, que es más chévere y buena gente que Gian Marco. A Magaly –a quien no tengo ninguna razón para amar– le canibalizan los ampays en portada, le pelan las muelas cuando da entrevistas exclusivas, pero apenas cae en desgracia, salen todos a morderla en manchón. Ninguna ONG de periodistas la defiende porque, claro, o sea, no es De Althaus, ¿manyas? Es Magaly, te malea. Al director de este diario, sin ir más lejos, varios semanarios lo han puesto en portada más veces que a Tilsa Lozano. A Raúl Vargas no se cansan de insultarlo incluso ahora que está en una clínica luchando por su vida (¡Arriba, Gordo!). A Butters, todos los canales lo entrevistan a diario, pero ninguno lo contrata porque es “demasiado confrontacional”. La propia Rosa María fue desterrada –por periodistas– a la Siberia de un canal semiclandestino. Al enorme Guillermo Thorndike lo llenaron de insultos el mismo día de su funeral. ¿Quién lo hizo? César Hildebrandt, por supuesto, quien también odia a Vargas Llosa y a Fernando Ampuero y a Cecilia Valenzuela y a Martha Meier y a todo El Comercio y a todo el resto del periodismo y, salvo a su novia y a su perro, a todo el resto de la humanidad.

Magalizada al máximo en su desesperación por no morir, la revista Caretas –esa decrépita señora– ha dedicado, en los últimos años, sus carátulas a la cobranza de amarillentas facturas. Lo sé mejor que nadie porque ya me han dedicado dos de las más cagonas y no me extrañaría que me obsequiaran una tercera con la cual completar la decoración de mi baño de visitas. Al principio no entendía mucho esa violencia chicha. He trabajado en Caretas en años bastante mejores que estos, cuando engalanaban sus páginas grandes firmas como la de Mario Campos, y he trabajado varias veces sin cobrar, como ha de hacerlo todo aquel que trabaje para los Zileri. Pero, como en toda antigua hacienda familiar, cualquier ofensa al amito es castigada con crueles azotes y este insolente esclavo emancipado cometió, pues, un pecado mortal: escribir en 2007, en estas mismas páginas, que ojalá el sucesor del gran Enrique en la dirección de la revista fuera el talentoso Jaime Bedoya y no el pobre Marquito Zileri. Mi temor era que pasara con Caretas lo que inevitablemente pasó: terminó convertida en un instrumento de revanchitas y miserias personales con una Unidad de Investigación dirigida por un atormentado pobre diablo que les pide platita “prestada” a sus entrevistados y con un suplemento del jet set que les para la olla, un encarte conocido en el argot como Reos & Reas porque por sus portadas ha desfilado lo más fotogénico de las páginas policiales. Ahora, si uno quiere leer artículos bien escritos en una revista, tiene que leer Etiqueta Negra, Gestión, Poder, SoHo, Cosas, Asia Sur, ¡Hola!, Correo, Bash, cualquier cosa menos Caretas, que hoy tiene el mismo brillo que su director: ninguno. Triste final para la que alguna vez fue la revista más importante del país. El mediodía del viernes, Nicolás Lúcar –que también ha sido escarnecido en tapa de Caretas– me llamó a compartir una primicia que no me entristeció. Me dijo que, en virtud de una orden de captura, Marquito Zileri había sido detenido por la policía y llevado a la fuerza a declarar en el juicio por difamación que le sigue el exministro toledista Javier Reátegui, cuyos familiares fueron falsamente involucrados en febrero de 2011 con el clan de los Sánchez Paredes a causa de una irresponsable confusión en las fotos de una boda, y esa sola “investigación” sirvió para que Marquito tomara –en plena campaña electoral– la sabia decisión de “denunciarlo” en portada, vinculando vilmente a la familia de Reátegui –y, por extensión, a Toledo, el candidato puntero– con presuntos narcotraficantes. La detención de Marquito era noticia. Y, como a esa hora ya no estaba al aire, la twiteé, por supuesto. Y, al instante, como suele ocurrir en los así llamados líos de blancos, sobrevino el desproporcionado contraataque. Todos los miembros, simpatizantes y wannabes de La Cofradía de la Prensa Politically Correct me saltaron en mancha cual película 300, encabezados, no faltaba más, por una inusual Leónidas con sangre en el ojo: la ardidísima Rosie y su nuevo ayayay: un lóbrego crítico literario al que nadie empelota. Todos, al unísono, me desmintieron aullantes, iracundos. Y, cual si también se apellidaran Zileri y vivieran en Casuarinas, celebraron jubilosos mi aparente patinazo dando de volteretas. Tan unánime fue el abucheo virtual que hasta yo mismo llegué a creer que acababa de difundir una mentira pues las ediciones web de varios medios prestigiosos me rectificaron airadamente. Pero al poco rato llegó a mi bandeja de correo el documento que ilustra esta nota, la orden de UBICACIÓN Y CAPTURA del REO CONTUMAZ Marco Enrique Zileri Dougall firmada por el juez Raúl Rodolfo Jesús Vega, titular del 15 Juzgado Penal de Lima, por el delito contra el honor –difamación– de Javier Edmundo Reátegui Roselló. Pido perdón a los bulliciosos festejantes por la horrible decepción que sé que habrá de causarles constatar que no patiné. La información es absolutamente cierta. Siéntanse libres de cubrir las incidencias del caso con la independencia y objetividad de siempre. Hacía 5 meses que Marquito era citado por la justicia, pero no le daba la gana de ir. Pero aquí nadie tiene corona. Ni siquiera un Zileri, caray. ¡Este Perú ya no es el de antes! Que Dios nos ayude, como dijo Hurtado Miller, ¿verdad, Rosie?